miércoles, 14 de abril de 2010

Nuit et brouillard

Nuit et brouillard
(Noche y Niebla)
Dirigida por Alan Resnais
1955
Francia



Cuando suceden hechos atroces en un lugar a veces la simple memoria de ellos evoca el mismo dolor que cuando sucedieron. Los mecanismos a través de los cuales recordamos son varios y parece ser que en Nuit et brouillard Alain Resnais los explora. Esta cinta cuestiona e intenta revivir los fantasmas que quedaron del Holocausto. Todos esos horrores son evocados a través de sutiles trucos metonímicos y a la capacidad narrativa del cineasta.



Es difícil aún comprender los motivos que originaron aquella masacre. Nuit et brouillard se coloca como una piedra en homenaje a las víctimas y a la memoria. La cinta está construida a través de un andar entre el pasado y el presente. En el presente esos campos de concentración en Polonia están vacíos. La hierba a continuado creciendo, el polvo se acumula y aunque todo parece estar tranquilo sólo basta con echar a trabajar el cerebro para darse cuenta de lo escalofriante que es esta quietud. La cámara recorre unas vías del tren haciéndonos pensar en un viaje. ¿A dónde? Al pasado. Resnais intenta hacer una breve explicación sobre como este espacio se convirtió en una tumba tan grande.

Jean Cayrol, sobreviviente del campo de concentración de Gusen, es quién escribió la narración que guía el documental. Resnais en un acto humilde le cede la palabra a alguien que efectivamente presenció esto. Como si la extensa investigación que realizó y sus percepciones no fueran suficientes para llevarnos en este recorrido de la memora. La voz de Cayrol, la melodía constante, las imágenes de archivo y las tomas arquitectónicas nos hacen partícipes de esta expedición.




Para hacer la distinción entre pasado y presente Resnais utiliza un dispositivo muy evidente. En el presente las tomas son lentas y descriptivas, con color y sin ningún elemento aparte de las locaciones. Es decir, en el presenta no hay nadie. Este manejo que se le da a este tiempo parece tan tenebroso como las escenas del pasado. ¿Cómo logra esto? Creo que la gran genialidad del director es simular cinematográficamente lo que he estado escribiendo desde el principio de esta entrada: el proceso de la memoria. En varias escenas la cámara pasea por los espacios lentamente. Pone atención en el detalle. Parece no tener prisa en mostrarnos estos lugares. La activación de imágenes inicia. La cámara actúa como la memoria al sincronizarse con la velocidad a la que trabaja el cerebro. Por ejemplo, en una escena vemos las regaderas vacías. Instantáneamente sabemos lo que sucedía aquí, así que el verlas tan vacías y serenas con la música dulce que el documental emplea hace que esta visión sea tremendamente perturbadora. No es necesario ver a alguien para sentir la fuerza de este lugar. El narrador, Jean Cayrol, nos cuenta que las puertas se cerraban y se quedaba un reloj mostrando el paso del tiempo. Creo que este comentario sirve como metáfora para explicar la estructura de esta cinta. Las tragedias suceden y mientras había hombres, mujeres y niños rasgando el techo con las uñas por su vida las manecillas del reloj corrían a la misma velocidad de siempre. Para el reloj no sucedía nada anormal. Así es el paso del tiempo que a veces olvida. 




La metonimia toma aún más fuerza cuando no se limita a mostrarnos espacios, sino que nos enseña montañas de objetos inertes que alguna vez le pertenecieron a alguien. De nuevo, la quietud es abrumadora. Cabello, botas y uniformes entre otras cosas, operan para enseñarnos cuántas personas sufrieron castigos y humillaciones inhumanas. Parece qué nos llamara la atención por estar tan tranquilos, bueno aquí comprobamos que el silencio puede hacer más ruido que nada.

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